Teodoro ha indicado que su amor a Dios y a su Iglesia ha ido creciendo a lo largo de su vida. “El Señor no ha permitido que me alejara de él, sino que me ha sostenido siempre. Mi vocación nace a partir de que cada día me pregunto qué quiere el Señor de mí. He contado siempre con el acompañamiento y consejo de un padre Paul. Con el tiempo, he descubierto que aparte de mi vocación al matrimonio, el Señor quiere que me comprometa aún más. Todo ello me llevó a plantearme el ponerme al servicio de mi familia y de la Iglesia, configurándome con Cristo servidor”.
Según recuerda Teodoro, el diácono permanente aporta a la Iglesia el ser signo de Cristo servidor. “Es aquel que primero se configura con Jesús en su servicio a los más pobres y lo hace presente en aquellos que lo necesitan, aquellos que están faltos de amor y consuelo. Aquellos que tienen falta de una palabra que les conforte y les dé esperanza”.
Este futuro diácono recordó que, en su momento, el Obispo lo invitó a iniciar los estudios en Ciencias Religiosas. “De esta forma, poco a poco, he ido madurando esta vocación, tras años de estudio, de oración y de fidelidad a la Iglesia. Con el apoyo de mi esposa y de mis hijos, hemos llegado a este momento que el Señor me quiere regalar para gloria suya”.