Seguimos profundizando en este tiempo de Misión Diocesana, el tema de ponernos en camino. Lo hicimos en adviento, en camino hacia Belén, hacia las periferias geográficas. Lo queremos hacer ahora en cuaresma, hacia el Padre, hacia las periferias personales y existenciales que se encuentran en nosotros y en los otros. “Es la experiencia de la contemplación y de la oración, de vivir no para evadirse de la dureza de lo cotidiano, sino para gozar de la familiaridad con Dios, para después retomar, con renovado vigor, el camino fatigoso de la cruz que lleva a la resurrección”.
El lema que hemos elegido y la imagen aérea del Monte Tabor, en Israel, lugar en el que se cree que sucedió el relato de la Transfiguración, nos lo recuerda. Un camino que asciende serpenteante, lleno de curvas, como la misma vida. Un camino que nos conduce a escuchar la voz del Padre, que nos invita al encuentro con Dios, a abrir los ojos y aprender a mirar, a vivir como hombres y mujeres transfigurados, para luego descender hacia los hermanos y hermanas.
Por eso es tiempo de conversión, de escuchar la voz del amor que nos llama a ir a Él, a estar con Él. Maravillosamente nos lo mostrará San Lucas, a lo largo de este año lítúrgico y en especial en este tiempo de cuaresma, en el que escucharemos la “parábola del Padre misericordioso”. Con sencillez pero con profundidad, nos lo recuerda también el papa Francisco en sus diversas intervenciones:
“También nosotros queremos hacernos eco de este llamado; queremos volver al corazón misericordioso del Padre. En este tiempo de gracia que hoy comenzamos, fijamos una vez más nuestra mirada en su misericordia. La cuaresma es un camino: nos conduce a la victoria de la misericordia sobre todo aquello que busca aplastarnos o rebajarnos a cualquier cosa que no sea digna de un hijo de Dios. La cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida.(…) Cuaresma es tiempo de memoria, es el tiempo de pensar y preguntarnos: ¿Qué sería de nosotros si Dios nos hubiese cerrado las puertas? ¿Qué sería de nosotros sin su misericordia que no se ha cansado de perdonarnos y nos dio siempre una oportunidad para volver a empezar? Cuaresma es el tiempo de preguntarnos: ¿Dónde estaríamos sin la ayuda de tantos rostros silenciosos que de mil maneras nos tendieron la mano y con acciones muy concretas nos devolvieron la esperanza y nos ayudaron a volver a empezar?” Papa Francisco. Miércoles de Ceniza 2017
“Pienso en las mamás y en los padres preocupados cuando ven a sus hijos alejarse tomando caminos peligrosos. Pienso en los párrocos y catequistas que a veces se preguntan si su trabajo ha sido en vano. Pero pienso también a quien se encuentra en la cárcel, y le parece que su vida se ha terminado; a cuantos han realizado elecciones equivocadas y no logran mirar al futuro; a todos aquellos que tienen hambre de misericordia y de perdón y creen de no merecerlo… En cualquier situación de la vida, no debo olvidar que no dejaré jamás de ser hijo de Dios, ser hijo de un Padre que me ama y espera mi regreso. Incluso en las situaciones más feas de la vida, Dios me espera, Dios quiere abrazarme, Dios me espera.(…) Los hijos pueden decidir si unirse a la alegría del padre o rechazarla. Deben interrogarse sobre sus propios deseos y sobre la visión que tienen de la vida. La parábola del hijo pródigo termina dejando el final en suspenso: no sabemos qué cosa ha decidido hacer el hijo mayor. Y esto es un estímulo para nosotros. Este Evangelio nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar a la casa del Padre y participar de su alegría, en la fiesta de la misericordia y de la fraternidad.” Audiencia General 11 mayo 2016
¿Ponernos en camino o quedarnos parados? ¿Encontrar el valor o seguir en la zona de confort? ¿Conmovernos o creer que eso es para otros? ¿Salir a curar heridas o pasar de largo ante los caídos en el camino? En esta cuaresma ¡Decidamos!